miércoles, 29 de julio de 2009

No es de machos...

Muchas veces, cuando dejo que mi mente decida tomarse unas vacaciones a cualquier lugar lejano de este mundo, me encuentro casi siempre con los mismos interrogantes.
Pero… antes de continuar con este viaje, les sugiero respirar profundo y pensarlo dos veces. Ni bien pasen estas líneas, van a entrar en un camino que no tiene salida, o sí, pero eso únicamente si me pueden alcanzar.
Bueno queridos hombres, lectores de este espacio… creo haberlos visto en esas vacaciones que mencioné antes. Sí, y con la misma cara que yo…
En fin, aconsejo nuevamente, esta vez a las mujeres, a que se retiren.
¿Ya está?
Muy bien, ahora que están todas seguramente leyendo con más interés que antes, prosigo…
Y sí, pequeños grandes seres de este mundo, nosotros también pensamos en ustedes. Ojo, "pensamos" es una forma de decir… más bien, intentamos, siempre sin éxito, encontrar una respuesta a la eterna pregunta… ¿Cómo es que funcionan? ¿Acaso Dios, que nos hizo a su imagen y semejanza, se olvidó de entregarnos alguna especie de manual? ¿Cómo nuestros padres… esos héroes de nuestra infancia, esas personas tan inteligentes, se olvidaron de decirnos que una sola noche de Sábado, puede arruinar con muchísima eficacia gran parte de nuestras vidas?
¿Fue acaso por venganza…? ¿O es simplemente que así funcionan las cosas? Digo… se te cae el pelo, empezás a sentir que un nene de 6 años tiene mucha más agilidad que vos, e increíblemente, si los ves en una plaza, a veces te invade ese sentimiento de sana envidia… "ya te vas a volver viejo, maldito infante con tus saltos y volteretas…!" ¿Dije sana, no?
Perdón… Tiendo irreversiblemente a irme por las ramas. Estaba justo hablando de nuestros padres, esos señores majestuosos, que a medida que van dejándose alcanzar por nosotros en madurez, van perdiendo también el traje de Superman, para convertirse en alguna caricatura extraviada y divertida…
Es que si lo vemos desde otro punto de vista, quizás el hecho de no advertirnos, con palabras, contra quienes nos enfrentamos, sea porque ya lo están haciendo en la vida cotidiana… Quizás esos "si mi amor", sean algo así como un "¡Cuidáte hijo mío, no te transformes en esto!"
Lo peor de todo, es que muchas veces, ese cambio, esa metamorfosis, se va dando tan sutilmente, que parece imperceptible… obviamente ante nuestros cegados ojos… el resto de la humanidad puede ver el látigo azotando nuestras espaldas. Pero así y todo, es un dolor soportable, e incluso, agradable. ¿Será que no soportamos el dolor del parto, y en compensación, esto es lo que nos depara la existencia?
Y créanme, he visto de todo en la viña del señor… y todo, o casi todo, termina invariablemente en lo mismo, el mismo final, las mismas marcas en el lomo, o en el cuello, dependiendo del uso del látigo ya mencionado, o un collar con cadena. Lo que cambia, y le da las variables a este juego (que no sabemos jugar, lo vuelvo a repetir), es la rapidez con la que tiramos el rey y abandonamos el partido. Algunos se dejan caer al precipicio dando solitos el paso adelante, con la cara sonriente y saludando con la manito, como diciendo "chauuuuu, mira donde me tiroooo", mientras su rostro se va iluminando con las llamas del infierno; y otros, se jactan de tener controlada la situación, de ser los amos del universo, de salir por ahí y juguetear con el destino, hasta que inevitablemente, éste nos abofetea en la cara, y sin ningún tipo de cuidados, arranca sin piedad nuestros testículos, para llevárselos allá arriba, donde los veamos, pero no podamos alcanzarlos… haciéndonos creer que aún los tenemos… que cruel mentira.
Tristemente, mis estimados amigos, debo decirles que todo esto ya está escrito… que el cuentito de Adán y Eva, y de que el hombre fue el primero en crearse y que la mujer se hizo para complacerlo, fue redactado por alguien que, en los ratos libres después de limpiar o lavar los platos, descargaba todas sus frustraciones… je, que ironía… serán miles de años de diferencia, pero viéndome sentado aquí, creo que entiendo a ese pobre hombre… pero no pudo evitar mencionar que fue Eva la que convenció a Adán de tragarse la maldita única fruta que estaba prohibida… ¿Se pusieron a pensar en el mensaje oculto de eso? ¿De lo que realmente nos quiso advertir? No, no amigos… si estaban pensando en que "desde el primer momento el hombre fue un pecador, y por eso debemos pasar esta vida condenados a las tentaciones, las cuáles debemos evitar, para ingresar al paraíso eterno" están muy equivocados… El verdadero mensaje fue "Y estaba Adán, rascándose a dos manos; recostado en la verde pradera y acariciado por una suave brisa, mientras miraba a los ciervitos correr por las llanuras, cuando vino Eva a romperle los esquemas, incapaz de verlo tirado sin hacer nada, siendo feliz sólo, dejándose crecer la panza. No, con algo lo tenía que molestar…
Eva: - ¿Hola Adi, que hacés?
Adán: - Nada, acá al pedo, vos?
Eva: - Aburridaaaa… ¿No querés que hagamos algo?
Adán: - ¿Ahora? No tengo ganas, vení, sentate conmigo acá…
Eva: - Dale, hagamos algo, es un embole estar así todo el día…
Adán: - Dejame descansar un rato Eva, ¿no ves que estoy bien así?
Eva: - ¿Descansar de qué? ¡Sino hacés nada…! ¡Estás todo el día pelotudeando con los caballitos esos… me vas a decir que estás cansado! ¡Yo estoy harta de estar así… no puedo seguir acá sin hacer nada, mientras vos no movés un pelo!
Adán: - ¿Vos te pensás que la comida que te metés todos los días a la boca viene volando sola? ¿O vos creés que es fácil andar tratando de agarrar todos los días algún bicho para que vos, que estás acá cómoda esperando, lo metas al fuego, que encima lo tengo que hacer yo, con la leña que tengo que conseguir yo, porque según vos sos débil y ese no es trabajo de mujer…? ¡Dejame de joder un rato Eva!
Eva: (comienzan a caerle lágrimas) - ¡Vos no me entendés! ¡Yo paso todo el día esperándote… me desvivo por vos, para que no te falte nada… estoy acá todo el día limpiando porque si fuese por vos, viviríamos en la mugre, y vos a eso no lo ves… para vos no es un trabajo! ¡Siempre me tratás mal! ¡Ya estoy podrida! ¡Yo lo único que te pedí es que hiciéramos algo, como pareja, juntos!
En este momento Adán, debió ser advertido por el Creador, del terrible efecto que esas lágrimas causan en los hombres… de que es un arma muy peligrosa, casi como una falda cortita, y un buen escote… Pero claro, ¿cómo iba a entender Adán eso, si él nunca había llorado, ni había sentido necesidad de hacerlo? Las lágrimas en los hombres significan dolor (físico), alegría (un gol a los 89 minutos del segundo tiempo), ó, paradójicamente, el dolor (horriblemente agudo) de sufrir por amor, pero eso es otra cosa y no viene al caso… o sí, y se potencia con alcohol.
Adán: - Mirá mi amor, perdoname, es que a veces necesito estar sólo, necesito tener mi espacio, estar en paz… ¿me entendés? (aquí el cambio en el tono de voz roza lo gay)
Decime lo que tengas ganas de hacer y lo hacemos, sí? (dando besitos cargados de culpa e inexplicablemente, de un terrible y raro sentimiento de estar perdiendo alguna especie de guerra)
Eva: (ya sin rastros de lágrima alguna en la cara) – No sé… hoy estaba redecorando acá y miré el arbolito ese que vos decís que no se debe tocar… y pensaba que estaría muy bueno hacer una tarta con esas frutas, ¿No te parece? (con cara del gatito de Shrek)
Adán: - ¿Estás loca vos? ¿¡El Señor me dijo que lo único que no debíamos comer era eso y vos querés ir justamente ahí!? Teniendo todo, ¡TODO!, ¿de eso querés hacer la tarta?
Eva: (lágrimas de nuevo) – ¿Ves? ¡Siempre lo mismo con vos! ¡No se puede decirte nada que ya estás negándote! ¡Al final la víbora tenía razón!
Adán: - ¿Qué te dijo esa víbora de mierda? ¿Qué tenés que andar contándoles nuestras cosas a los demás?
Eva: - ¡Es mi amiga y es la única que me escucha! ¡No te metas con mis amigas! ¡Vos lo único que querés de mí es sexo, y alguien que te limpie las cosas, pero yo no lo voy a permitir… olvidate de mí!
Adán: (suspirando resignado, mientras veía esfumarse lentamente su orgullo) – Pero no mi amor… mirá, si te pone bien comer esa fruta, vamos… Hagamos lo que vos quieras…"

En fin… si hubiésemos aprendido esto en las clases de catequesis… pero no… y así y todo, les debo confesar, que admiro a las mujeres… Admiro ese halo de misterio que las envuelve, esa forma de ser, decididamente dirigida a la procreación y perpetuación de nuestra especie… Esa capacidad de transformar lo que antes era una cualidad, en un posterior defecto… Si antes éramos graciosos, después, inmaduros… Si antes éramos libres, después, vagos… Si antes decíamos lo que pensábamos, después, somos bocones… y la lista es eterna… pero, que alguien se atreva a decir lo contrario… ¿Qué sería de nosotros sin las mujeres…? ¿Alguien me puede decir que haríamos en un mundo lleno de hombres? ¡Es inimaginable! O da asco imaginárselo… ¿Qué haríamos sin alguien que nos recuerde que dentro de dos semanas alguno de nuestros amigos cumple años? Si, si… está bien… ahora a eso lo hacen los teléfonos, pero no están entendiendo la idea… ¿Qué haríamos sin alguien que nos lave, nos planche, nos cocine, nos cuide cuando estamos enfermos? Les recuerdo que nuestras madres también son mujeres… Y sí, ya sé que hay lavarropas, casas de comidas rápidas, tintorerías y demás… pero… ¿Qué haríamos… que sería de nosotros en un mundo sin tetas, tangas y cinturas? ¿Para qué vivir? No hay un paisaje más bello que una mujer alejándose desnuda… Porque así son, un lindo enigma a descifrar, un gran acertijo del que nunca tuvimos, ni vamos a tener la respuesta… y quizás, sea mejor así… y quizás, el mundo funcione mejor así…
Ahhh, pero nada como ir a cagarte a patadas en un buen partidito de fútbol, haciéndote el Maradona, con las pocas articulaciones intactas que van quedando… Nada como juntarte con tus otros amigos hombres, condenados al mismo destino (salvo que sean gays), y reírte hasta llorar…
Ojo, eso sí… llorar no es de machos.
 
 
A todos los hombres y mujeres encontrados y desencontrados de la vida… No busquen más las respuestas… no las hay.

viernes, 24 de julio de 2009

Siete Días

Acá les dejo el primer capítulo de un cuentito que hice hace algún tiempo. Abajo les dejo el link para bajarlo entero. Es medio largo, pero espero que les guste.

Día uno.
Comencé a volver al mundo de a poco, quitándome de encima la pesadez de la noche, que cada vez se hacía más difícil de abandonar. El frío metálico de aquello tomaba forma delante de mis ojos, haciéndose real en el limbo de mis pesadillas. El bisturí se movía con fuerza y podía percibir como cortaba con total libertad mi pecho descubierto, llegando hasta mis huesos, los cuales rozaba uno a uno, intentando penetrarlos.
Hacía frío, algo obvio ya que estaba totalmente desnudo sobre la camilla, y el olor era nauseabundo como pocos.
No sentía dolor… aún cuando la sierra destapaba mi ser, dejando al descubierto mi tórax, tan vulnerable en las manos de aquel ser que manipulaba a su merced mis entrañas.
Todo era tan real, pero a la vez tan alejado de lo imaginable que me sumergía de nuevo en el sopor de mis miedos… quería huir, pero no podía, aunque lo intentara… aunque sentía el olor de mi cráneo al ser profanado de su virginidad, aunque veía a mis partes alejarse de mi, para reposar inertes en la bandeja gris que estaba a mi lado…
Las sombras en la sala iban creciendo y el mundo desaparecía tras la blanca sábana que ya me cubría de pies a cabeza… o a lo que quedaba de ella.
Las llaves resonaron al encajar en la cerradura, y la puerta cerrándose sellaba mi soledad.
El tiempo parecía inmóvil, sujetándome con sus garras, y yo queriendo vencerlo, queriendo escapar, despertar… despertar… y lo que no podía conseguir mi voluntad, lo hizo el estruendo de la bomba que cayó cerca del campamento, obligándome a retornar a la realidad.
-¡Nos rodean mi general, están por todos lados! ¡La bomba destruyó el puesto del vigía, y nos dejó sin el flanco de la derecha!
Traté de ser objetivo frente al cabo Fassi, que esperaba que saliera de mi boca una mágica solución, pero todavía tenía las imágenes de ese sueño recurrente, que visitaba mi inconsciente y se negaba a retirarse. La sala blanca, la luz sobre mi cuerpo, el bisturí, la sierra, mis huesos cercenados, la llave con su cerradura, el silencio… todo confluía y me azotaba, me torturaba, me invadía…
-¡General, que hacemos, se vienen por la chicana, son muchos, no vamos a poder resistir!
-¡Si cabo Fassi, reúna a los soldados en el claro, cada uno con sus provisiones y muchas munición! ¡No va a ser fácil salir del campamento!
Casi sin aliento, sin más que decir, con un tácito acuerdo, salimos decididos a salvarnos, a volver a la sociedad, que nos escondía en el silencio de sus mentes, confinándonos sólo a ser un titular en los diarios o alguna noticia extraviada en la voz de un locutor fugaz.
El sendero se iba marcando al compás de la balacera, que amenazaba con el peor de los finales, y aferrados a una esperanza agonizante, dejábamos atrás las grietas que se iban formando, avisándonos una tras otra de lo cerca que estaba el fin.
Sabía que si llegábamos al monte, tendríamos esperanzas, pero el camino que nos esperaba era tan difícil como la guerra misma.
El enemigo parecía adivinar nuestros movimientos, y cuando estábamos llegando al cruce con la ruta que llevaba al pueblo, nos vimos rodeados y tuvimos que volver sobre nuestros pasos. Me sentía como un ratón asustado, viendo como el gato se divertía con su futuro almuerzo, sin decidir a terminar con la función, sólo para extender su deleite.
Pero la suerte muchas veces juega con sus propias cartas, y cuando parecía que ya no nos quedaba más salida que rendirnos, vino en nuestro auxilio.
Por fin llegaba la noche tan ansiada, y los pocos soldados que habíamos sobrevivido al ataque, respirábamos el aire como si no lo hubiéramos tenido por mucho tiempo.
Gómez me convidó un cigarrillo y fumé con ganas. Todos reíamos tratando de evitar los recuerdos que arruinaran ese sentimiento de precaria libertad.
La casa era húmeda, como era de esperarse de una casa con ese estado de deterioro, y el viento se colaba por todos y cada uno de los agujeros que había en el techo de paja, tan destrozado por el paso de los años que de él sólo quedaban restos.
El olor de la comida preparada con toda rapidez todavía estaba presente, y entre tragos y cigarrillos, decidí organizar los turnos de vigilancia, ya que los bastardos no se darían por vencido tan fácilmente.
Si la decisión era marcharnos antes de que el sol saliera, debíamos estudiar bien las pocas rutas posibles… otra tapera salvadora perdida entre la arboleda no iba a aparecer… Esta vez, teníamos que dar el primer paso nosotros, a pesar de no saber a ciencia cierta cual iba a ser nuestro final.
Me fui durmiendo lentamente, aunque no sabía si era mejor esta pesadilla, en la que estábamos luchando por nuestras vidas, o la otra, la de mis sueños recurrentes, que infaltable a la cita, llegó puntual como siempre.
Cuando finalmente pude abrir los ojos, noté un frío sudor en mi frente. Suspiré feliz de haber vuelto a la realidad, sin darme cuenta que quizás mi destino era inquebrantable… despierto o no.

Descargate el cuento completo aca: http://rapidshare.com/files/259708916/Siete_d_as.doc

Telarañas

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Otra vez con el diario bajo el brazo, caminando las cuadras que le faltaban para llegar a su pensión, y descuidando, como era su costumbre, semáforos, autos, motos y todo lo que le era tan extraño, al venir de un pueblo lejano y olvidado, y tan distinto a la gran cuidad.
Soñaba con el regreso, con sus domingos de caminos de ripio, de bicicletas despintadas, de noches de vereda y de mates amargos, pero el destino lo tenía ahí, con el futuro a construir, y su pasado reclamando venganza.
Todas las noches se sentaba a esperar el llamado que lo devolvía por apenas quince minutos a lo que añoraba, a su familia, a su barrio y a sus recuerdos.
Las mañanas eran tan distintas a las de antes… ahora estaba solo, y el día dependía exclusivamente de él. La facultad exigía más de la cuenta, y como nunca, ponía al máximo su capacidad. Era su sueño, y lo quería cumplir, pero costaba tanto…
Esa mañana hacía mucho frío, y como siempre se dio cuenta de que estaba sin el abrigo suficiente cuando ya estaba de regreso. Pero uno es como es, y no cambia por más que esté solo en el mundo, y se reía al pensar en las palabras que su madre recitaría si lo viera vestido tan solo con una camisa y un pulóver. Y extrañaba tanto esas palabras.
El presupuesto no era holgado, y el diario de la mañana era un lujo que solo los lunes podía darse. Y lo hacía con gusto, ya que el país corría tan aprisa que era menester saber algo de los sucesos que, sin atraparlos, se escaparían de su mente.
Los días pasaban tan rápido como las hojas de los apuntes que estudiaba con devoción, y poco a poco el gran examen se iba acercando junto con el miedo a la frustración y al fracaso.
En sus ratos libres, que cada vez eran menos, solía dejar su mente en blanco y permitir por un momento que las imágenes lo invadan. Y siempre eran las mismas. Su casa, sus amigos, su auto, sus tardes, sus veranos… y también el sueño de ese examen, que se aproximaba, y la esperanza de poder aprobarlo y volver, y ahí si, disfrutar del deber cumplido.
En esos ratos libres construía y reconstruía el tiempo a su gusto, le daba sus propios matices, y mas de una vez se vio en su consultorio, salvando vidas, diagnosticando enfermedades, siendo lo que el deseaba ser.
Y poco a poco la vida se lo iría dando. Los años pasarían, las materias, los exámenes, las vacaciones, que cada vez eran más cortas y agonizantes, los regresos a la cuidad, el guardapolvo nuevo, los libros, las mañanas frías, el diario de lunes, los atardeceres grises… y su mente en blanco…
Todo fue tan rápido que apenas si pudo percibirlo, y cuando abrió los ojos y regresó a la realidad, de la que se había fugado, Laura lo miraba extrañada, y María, la paciente, esperaba ansiosa en la camilla.
-Perdón, Doña María, estaba tratando de acordarme que estudio le habían solicitado en la clínica.
-Yo tampoco recuerdo- dijo Laura- Pero debe estar en la historia clínica. Ahora la voy a buscar.
-No importa doctor, yo los tengo a todos en mi casa, cuando vaya los busco y se los mando.
-Como usted quiera Doña María… a ver, veamos de nuevo esa herida… usted dice que no cicatrizó nunca después de que iniciamos el tratamiento?
-No doctor, y eso que yo seguí al pié de la letra sus indicaciones…
-No se preocupe, ya lo vamos a solucionar…
Finalmente estaba allí, y el sueño del sello con su nombre, de su propia sala de espera, de los turnos que Laura daría, de que su estetoscopio fuera una herramienta y no solo algo para mostrar al mundo y a sí mismo… y las noches de soledad, de pies fríos, de sueños cálidos, de pensamientos recurrentes…
El tiempo, suave telaraña que con sus hilos atrapa al infinito y lo confina a la esclavitud de sus enredos, tan ágil como tan lento, tan cruel como tan noble… Por qué se escapa de esa manera, haciendo inútil preparar una defensa. Por qué es imposible retenerlo, dominarlo, entenderlo. Por qué es tan necesario someternos… si tan solo pudiera… si hubiera una forma…
El vacío se fue llenando. Poco a poco el blanco fue ocupado por árboles, estrellas, rocas, y el paisaje se iba completando hasta hacerse real… Sus recuerdos siempre iban con él, y a veces deseaba poder enterrarlos como lo hizo con ella, y dejar sanar el alma como tantas veces sanó al cuerpo. Pero no, todo empezaba a aparecer, esos días, el diario, las tardes, su mamá, su guardapolvo, su consultorio, la telaraña… no había podido escapar, era nuevamente presa de su dolor, y de esa cruz que lo seguía adonde quiera que vaya.
El campo no era el de antes. En el lugar en el que una vez estuvo la casa, ya solo quedaban ruinas, y el paisaje se había destruido tanto como él… pero era tan facil reconstruirlo.
Y allí estaba, nuevamente, con su cansancio a cuestas, mirando la noche pasar, escapándose de la nada, deseando terminar lo que no podía, no queriendo dejar de pensar, temiendo que el blanco lo dominara, y lo llevara tan lejos como lo había hecho otras veces.
Pensó en doña María, en su pierna amputada, en sus lágrimas y en su esfuerzo por ser fuerte, por tratar de seguir a pesar de que la vida se le había puesto en contra. Pensó, se sintió impotente. Ahora estaba en su tumba, rezando por su alma, y pidiendo perdón por no haber podido salvarla a tiempo… a tiempo… nuevamente el tiempo. Otra vez el sentirse esclavo. Sintió dolor, el mismo que cuando se enteró que Laura tenía cáncer… el mismo que cuando la despidió esa noche en el hospital…
Quería huir, pero no podía… y el blanco, que aparecía como una fiera que persigue a su presa. Pero esta vez no, no esta vez… y cerró los ojos fuertemente, y el blanco ocupó su ser.
Es de mañana, ríe al darse cuenta de que está desabrigado… se imagina a su mamá con el sermón de siempre, y a la vez lo extraña. Cruza la calle, recordando que en esa cuidad el semáforo es soberano… aprieta el diario que lleva bajo el brazo, el diario que se pudo permitir ese lunes por la mañana… lo leerá en su pensión, y a la noche esperará el llamado que siempre llega tan lleno de sentimientos, de recuerdos y añoranzas…
Hay que estudiar, el gran examen se acerca y con él los miedos… queda tanto por recorrer que se siente ansioso, como un animal atrapado en una jaula, como una mosca, atrapada en una telaraña…

miércoles, 15 de julio de 2009

El país de los Rulfos

El país de los Rulfos

Eran más o menos las cinco de la tarde en el país de los Rulfos. Bueno, cuando digo más o menos cinco de la tarde, es sólo para ubicarlos, ya que ellos no conocen el tiempo tal como nosotros lo hacemos... mejor dicho, ellos viven en nuestro sistema horario, pero sus horas, minutos y segundos, se basan en otra escala; algo inentendible quizás los hombres, pero el eje de su vida.
Los Rulfos eran los encargados de repartir los sentimientos entre los humanos. Ellos habitaron la tierra mucho antes que nosotros, pero su misión comenzó a tener un verdadero sentido cuando el primer hombre surgió de entre las especies. Han estado ahí desde siempre... llevando felicidad a aquél que encendió por primera vez el fuego, llevando tristeza a los que perdían a su familia, llevando dicha a los que recibían a un nuevo integrante al mundo.
Pero había algo más, algo muy importante, para que este sistema no se derrumbara o corrompiera. Los Rulfos no eran capaces de sentir. Carecían de todo tipo de afecto, lo que era imprescindible a la hora de repartir los mismos. De esa manera, Dios se había asegurado la transparencia y el éxito de la misión de los Rulfos. Y el sistema nunca había fallado. Se organizaban en colonias, las cuales entrenaban a los nuevos repartidores según el rango de entregas a realizar. Estaban las escuelas de la felicidad, donde egresaban aquellos Rulfos que entregarían sonrisas, carcajadas, amor, alegría, dicha y toda una gran gama de sentimientos, y por supuesto, la escuela de la congoja, de donde salían aquellos que repartían llantos, amargura, tristeza y dolor.
Pero había una escuela, a la que Dios había creado especialmente, y a la que solamente podían entrar aquellos Rulfos que ya estaban a punto de retirarse, los que ya habían trabajado y contaban con la experiencia suficiente en el mundo de los humanos, aquellos que ya iban a dejar nuestro mundo. Era la escuela del rencor, donde se repartía la envidia, la bronca y el odio. Estos sentimientos no debían ser entregados como cualquier otro, sino cuando los demás, los de las primeras escuelas, fallaban. Los Rulfos de la escuela del rencor, además de ser los más sabios, recibían otro regalo; que consistía en poder sentir, por primera vez en su existencia, lo que toda su vida habían entregado. Era el mejor premio de Dios, antes de llevárselos con él.
Eran las cinco, como habíamos dicho, en nuestro sistema horario, cuando Siux, uno de los Rulfos más respetados por toda la comunidad, dejó su pesada bolsa en el frío piso, y se sentó a descansar. Por su mente comenzaron a desfilar mil imágenes, de sus comienzos, de su primera entrega, cuando la cara de esa hermosa adolescente suavemente comenzó a dibujar una sonrisa, y no pudo dejar de mirar más al que luego sería su gran amor. Recordaba lo difícil que le había resultado entender esa expresión. Sabía que era amor, pero no podía entenderlo. Y ahora, cuando su alma estaba totalmente abierta, todas esas imágenes eran el alimento diario. Vivía de ellas, recordando cada uno de los efectos que había ocasionado y tratando de sentir lo mismo que los hombres habían sentido.
Pero lo que Siux no podía, era sentir lo que en esta, la última etapa de su vida, estaba encomendado a repartir, porque los Rulfos eran puros de espíritu. En ellos no había maldad. No entendía el significado de la palabra envidia. Mucho menos el de la palabra odio. Cada vez que hacía una entrega de ese último sentimiento, su interior temblaba. Sentía como si su pecho estuviera siendo oprimido, golpeado. "Esos hombres no deberían sentir esto", pensaba, porque cada vez que cumplía con su trabajo, algo feo sucedía. Golpes, heridas, maltratos, lágrimas, sufrimiento, era la consecuencia directa de cumplir con lo que su gran Jefe le exigía.
Recordó también esa mañana de primavera, cuando pidió para hablar con Dios, y exigirle que las reglas se cambiaran. Que ellos deberían ser los que decidan a quien darle los sentimientos provenientes de la escuela del rencor, y no los hombres a demanda, como siempre había sido, porque consideraba que no eran lo suficientemente maduros como para poder manejarlos. Recordó también las palabras de Dios, que suavemente le dijo que los hombres tienen la libertad de exigir los sentimientos que ellos quieran o necesiten sentir, y que para alcanzar la madurez necesaria para controlar los sentimientos de la escuela del rencor, se necesitaba tiempo, así como para los Rulfos se necesitaba tiempo para poder entregarlos.
Entonces nuevamente Siux volvió a la realidad. Estaba en el muro, recostado tal y como se había quedado casi dos horas antes. Miró la gran puerta y se decidió. Entró y comenzó a recorrer el camino que muchas otras veces había andado cuando era novato. Sabía bien donde tenía que llegar y por eso no dudó. "Dios seguro me va a perdonar", pensaba, a la vez que dudaba.
Por fin, llegó a su destino. No había sido tan difícil. Parecía que nadie lo había visto y estaba orgulloso de si mismo.
Recorrió casi en puntas de pie el pasillo, aún sabiendo que era invisible para la humanidad, y dejó su bolsa a un lado, pensando sólo en observar, en llenar de imágenes su vista, tan cansada ya por la edad.
Allí estaba la eterna pregunta. Lo que él nunca había entendido. “Si los humanos para manejar sentimientos feos, necesitan tiempo, necesitan madurez, cómo es que estos niños, los padecen... cómo es que tuve que venir un millón de veces a traer dolor, angustia, culpa, rabia y a veces he tenido que traer incluso odio, el odio a la vida, el odio a Dios, a estos chiquitos, que recién comienzan a caminar, a transitar por la vida...” Siux no lo entendía, y Dios no se lo había explicado ninguna de las tantas veces que el le preguntó. "Yo tengo mis razones" decía... y callaba.
Dudó una vez más. Solo un segundo antes de darse cuenta de que todo iba a valer la pena. Si lo condenaban al exilio eterno, no le importaba.
Sacó la bolsa, la abrió y comenzó a desparramar los sentimientos que cuidadosamente había fabricado, con los años que llevaba de experiencia, ya sabía hacerlos a todos.
A muchos les dio alegría, a otros, les dio paz, y no se cansó de repartir sonrisas... Y cada vez que lo hacía, sentía que su pecho se hinchaba más y más... y su bolsa no se vaciaba, y él seguía, sin saber que la tarde iba cayendo, y que sus sentimientos, no sólo iban a parar a los niños, sino a todos los que estaban alrededor...
Para cuando terminó, estaba muy agotado. Salió, nuevamente en puntas de pié, pero como nunca antes se había sentido, y se sentó en el mismo muro a descansar. Había faltado a su trabajo, y lo sabía. Pero no le importaba. Poco a poco sus ojos se fueron cerrando y cayó en un profundo sopor.
Cuando despertó, Dios estaba junto a él, y el mundo ya no existía. Todo era tan blanco. Dios suavemente lo tomó entre sus brazos y dulcemente lo besó.
"Hijo mío, has cumplido con la tarea que te encomendado de la manera más fiel. Ya puedes dejar de trabajar, ya puedes venir aquí conmigo, has terminado tu misión".
Siux estaba extasiado. No necesitaba hablar; todas sus preguntas iban siendo respondidas a medida que las formulaba. Así fue encontrándose con otros Rulfos y supo que todos habían tenido como último trabajo el que Siux recién había llevado a cabo.
"Pero... es que aún siento algo dentro de mí... hay algo que aún me falta, no me siento pleno... no lo puedo explicar"
Dios lo miró con dulzura y se marchó. Lentamente, Siux comenzó a ver su silueta difuminarse, perdiéndose en el horizonte, y junto a él, una infinidad de ángeles lo comenzó a seguir, aumentando la pureza del paisaje.
Siux sonrió... ya había entendido todo, ya podía descansar en paz...

(A todos los Soles, que día a día se rompen el alma en el Hospi, siendo esos Rulfos que tratan de llevar risas y alegría a esos angelitos... Los quiero mucho)

Pd: No quise hacer de este, un cuentito religioso. Simplemente reflejar lo que muchas veces siento al preguntarme porqué pasan algunas cosas que pasan, que son inexplicables... muchos llantos, mucho dolor, y sobretodo, la muerte...

martes, 14 de julio de 2009

En el último minuto...

Todavía me acuerdo... ¡Cómo estaba jugando! Ni yo lo podía creer. Había hecho dos goles, y estaba convencido de que el partido se iba a cerrar así. Era un pálpito, de esos que muy pocas veces sentís, pero vienen con la certeza de que algo grande iba a pasar...
El primer gol había llegado casi sorpresivamente, sin buscarlo... el defensor quiso salir por la izquierda con un enganche hacia la línea, y con un rápido robo, volvíamos a tener la pelota en nuestro poder... de ahí al gol solo pasaron 3 segundos, lo que demoró en llegar la pelota al área. Cabeza y adentro.
Era la final del campeonato, estábamos arriba y sabíamos que se nos iban a venir al humo. Había que prepararse, y por sobre todas las cosas, no descuidarse ni siquiera un segundo.
Logramos mantener la mínima diferencia por algunos minutos, pero ya no estábamos buscando aumentar el marcador, sino evitar la caída del nuestro, y éramos conscientes de que debíamos salir... de alguna u otra manera nos iban a terminar empatando, sobre todo porque los últimos dos tiros que nos habían hecho, habían rozado los palos.
Finalmente, después de una excelente jugada de uno de nuestros mejores delanteros, y que terminó por casualidad en las manos el arquero, llegó el tan temido empate. Habíamos ido todos, dejando sólo tres defensores para la contra, y ésta fue letal. Saque al centro, tres pases y una corrida interminable que terminó inflando nuestra red.
A sacar del medio. El partido comenzaba otra vez.
Ya en la mitad del segundo tiempo, las sensaciones se mezclaban invariablemente... la final parecía quedarnos grande... inmerecedores de la misma. Hasta que el cinco, que había hecho el partido de su vida, largó un pase entre líneas que pareció calculado con un milímetro... yo había corrido por inercia y me encontré con la pelota en los pies... el dos me salió pero ya lo había visto varias veces cerrar con el primer amague, así que la pisé y encaré al medio... quedó regalado y si me tocaba era penal... el seis, en una carrera desesperada intentó tapar el disparo, pero cuando llegó, la pelota ya estaba en el aire, dirigiéndose al ángulo mas lejano del arquero, que solo atino a mirar...
Ya está, tenemos que ganar, era la señal, el pálpito...
No fue así. En un descuido, teníamos cuatro de los atacantes toqueteando la pelota en la puerta del área, con lo que eso implicaba... y una gambeta furtiva, se llevó con el pitazo del penal, nuestra efímera alegría. Y se llevó un jugador al vestuario.
Silbato, gol. De nuevo a sacar del medio.
Así se fue el partido, y se venía el alargue... ya no teníamos cambios, y mucho menos, fuerzas... había hambre de levantar esa copa, y era lo que hacía que todavía moviéramos las piernas...
Lo pudimos haber terminado, pero esta vez los palos nos fueron esquivos...
De alguna manera tenía que entrar... los nervios dominaban todo... otro robo de un compañero nuestro, otro centro que veía venir a mi cabeza... tenía que hacerlo... si entraba ya estaba... pero el arquero extendió ese guante que pareció elástico y evitó, abortó, extinguió, el grito que exigía salir... y mucho más, porque de nuevo, llego otra contra mortal. Nuestros defensas sólo atinaron a mirar el número del delantero, mientras el arquero intentó, sin resultado, detener la pelota que entró picando suavecito al lado del palo derecho...
Y así nos quedamos afuera... así vi como casi 3 horas se iban totalmente en vano...
Caliente como nunca, apagué la play y me fui a cocinar... ya van a ver esos brasileros...

De presentaciones...

Siendo las 17:00 hs de un día cualquiera, con el sol un poco tímido, impotente casi de eliminar ese molesto frío que no hace otra cosa que disminuir de manera logarítmica las ganas de pisar la vereda, voy a presentarles a ustedes este espacio, denominado "la dicha y la desdicha", en donde pretendo plasmar, de manera muy poco inteligente seguro, los ires y venires de una vida muy poco agitada, y surcada por tsunamis mentales que intento eliminar a través de éstas páginas, cuál basurero psicológico y cibernético.
Lamento tener que pedir anticipadas disculpas, por los daños que pudiera ocasionar con la lectura de este blog. Asimismo espero la cálida retribución en forma de comentarios, tanto positivos como negativos, los que serán rápidamente leídos, y seguro olvidados con la misma brevedad...
De nuevo, tengo que aclarar que aquí se van a encontrar textos, imágenes, e incluso sonidos, que pueden ir en contra de la moral y las buenas costumbres... pero que tienen la finalidad de ser el fiel espejo de mis dichas y desdichas...

Así arranca la función.