El pequeño espacio entre el bien y el mal, donde he decidido sembrar las semillas de mi mente y cultivar el ultrajado fruto del ir y venir cotidiano...
viernes, 24 de julio de 2009
Telarañas
Otra vez con el diario bajo el brazo, caminando las cuadras que le faltaban para llegar a su pensión, y descuidando, como era su costumbre, semáforos, autos, motos y todo lo que le era tan extraño, al venir de un pueblo lejano y olvidado, y tan distinto a la gran cuidad.
Soñaba con el regreso, con sus domingos de caminos de ripio, de bicicletas despintadas, de noches de vereda y de mates amargos, pero el destino lo tenía ahí, con el futuro a construir, y su pasado reclamando venganza.
Todas las noches se sentaba a esperar el llamado que lo devolvía por apenas quince minutos a lo que añoraba, a su familia, a su barrio y a sus recuerdos.
Las mañanas eran tan distintas a las de antes… ahora estaba solo, y el día dependía exclusivamente de él. La facultad exigía más de la cuenta, y como nunca, ponía al máximo su capacidad. Era su sueño, y lo quería cumplir, pero costaba tanto…
Esa mañana hacía mucho frío, y como siempre se dio cuenta de que estaba sin el abrigo suficiente cuando ya estaba de regreso. Pero uno es como es, y no cambia por más que esté solo en el mundo, y se reía al pensar en las palabras que su madre recitaría si lo viera vestido tan solo con una camisa y un pulóver. Y extrañaba tanto esas palabras.
El presupuesto no era holgado, y el diario de la mañana era un lujo que solo los lunes podía darse. Y lo hacía con gusto, ya que el país corría tan aprisa que era menester saber algo de los sucesos que, sin atraparlos, se escaparían de su mente.
Los días pasaban tan rápido como las hojas de los apuntes que estudiaba con devoción, y poco a poco el gran examen se iba acercando junto con el miedo a la frustración y al fracaso.
En sus ratos libres, que cada vez eran menos, solía dejar su mente en blanco y permitir por un momento que las imágenes lo invadan. Y siempre eran las mismas. Su casa, sus amigos, su auto, sus tardes, sus veranos… y también el sueño de ese examen, que se aproximaba, y la esperanza de poder aprobarlo y volver, y ahí si, disfrutar del deber cumplido.
En esos ratos libres construía y reconstruía el tiempo a su gusto, le daba sus propios matices, y mas de una vez se vio en su consultorio, salvando vidas, diagnosticando enfermedades, siendo lo que el deseaba ser.
Y poco a poco la vida se lo iría dando. Los años pasarían, las materias, los exámenes, las vacaciones, que cada vez eran más cortas y agonizantes, los regresos a la cuidad, el guardapolvo nuevo, los libros, las mañanas frías, el diario de lunes, los atardeceres grises… y su mente en blanco…
Todo fue tan rápido que apenas si pudo percibirlo, y cuando abrió los ojos y regresó a la realidad, de la que se había fugado, Laura lo miraba extrañada, y María, la paciente, esperaba ansiosa en la camilla.
-Perdón, Doña María, estaba tratando de acordarme que estudio le habían solicitado en la clínica.
-Yo tampoco recuerdo- dijo Laura- Pero debe estar en la historia clínica. Ahora la voy a buscar.
-No importa doctor, yo los tengo a todos en mi casa, cuando vaya los busco y se los mando.
-Como usted quiera Doña María… a ver, veamos de nuevo esa herida… usted dice que no cicatrizó nunca después de que iniciamos el tratamiento?
-No doctor, y eso que yo seguí al pié de la letra sus indicaciones…
-No se preocupe, ya lo vamos a solucionar…
Finalmente estaba allí, y el sueño del sello con su nombre, de su propia sala de espera, de los turnos que Laura daría, de que su estetoscopio fuera una herramienta y no solo algo para mostrar al mundo y a sí mismo… y las noches de soledad, de pies fríos, de sueños cálidos, de pensamientos recurrentes…
El tiempo, suave telaraña que con sus hilos atrapa al infinito y lo confina a la esclavitud de sus enredos, tan ágil como tan lento, tan cruel como tan noble… Por qué se escapa de esa manera, haciendo inútil preparar una defensa. Por qué es imposible retenerlo, dominarlo, entenderlo. Por qué es tan necesario someternos… si tan solo pudiera… si hubiera una forma…
El vacío se fue llenando. Poco a poco el blanco fue ocupado por árboles, estrellas, rocas, y el paisaje se iba completando hasta hacerse real… Sus recuerdos siempre iban con él, y a veces deseaba poder enterrarlos como lo hizo con ella, y dejar sanar el alma como tantas veces sanó al cuerpo. Pero no, todo empezaba a aparecer, esos días, el diario, las tardes, su mamá, su guardapolvo, su consultorio, la telaraña… no había podido escapar, era nuevamente presa de su dolor, y de esa cruz que lo seguía adonde quiera que vaya.
El campo no era el de antes. En el lugar en el que una vez estuvo la casa, ya solo quedaban ruinas, y el paisaje se había destruido tanto como él… pero era tan facil reconstruirlo.
Y allí estaba, nuevamente, con su cansancio a cuestas, mirando la noche pasar, escapándose de la nada, deseando terminar lo que no podía, no queriendo dejar de pensar, temiendo que el blanco lo dominara, y lo llevara tan lejos como lo había hecho otras veces.
Pensó en doña María, en su pierna amputada, en sus lágrimas y en su esfuerzo por ser fuerte, por tratar de seguir a pesar de que la vida se le había puesto en contra. Pensó, se sintió impotente. Ahora estaba en su tumba, rezando por su alma, y pidiendo perdón por no haber podido salvarla a tiempo… a tiempo… nuevamente el tiempo. Otra vez el sentirse esclavo. Sintió dolor, el mismo que cuando se enteró que Laura tenía cáncer… el mismo que cuando la despidió esa noche en el hospital…
Quería huir, pero no podía… y el blanco, que aparecía como una fiera que persigue a su presa. Pero esta vez no, no esta vez… y cerró los ojos fuertemente, y el blanco ocupó su ser.
Es de mañana, ríe al darse cuenta de que está desabrigado… se imagina a su mamá con el sermón de siempre, y a la vez lo extraña. Cruza la calle, recordando que en esa cuidad el semáforo es soberano… aprieta el diario que lleva bajo el brazo, el diario que se pudo permitir ese lunes por la mañana… lo leerá en su pensión, y a la noche esperará el llamado que siempre llega tan lleno de sentimientos, de recuerdos y añoranzas…
Hay que estudiar, el gran examen se acerca y con él los miedos… queda tanto por recorrer que se siente ansioso, como un animal atrapado en una jaula, como una mosca, atrapada en una telaraña…
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muy bueno!!! quien no se sintio alguna vez asi... apremiado por los tiempos y el recuerdo de otra epoca... casi de otra vida...
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