Acá les dejo el primer capítulo de un cuentito que hice hace algún tiempo. Abajo les dejo el link para bajarlo entero. Es medio largo, pero espero que les guste.
Día uno.
Comencé a volver al mundo de a poco, quitándome de encima la pesadez de la noche, que cada vez se hacía más difícil de abandonar. El frío metálico de aquello tomaba forma delante de mis ojos, haciéndose real en el limbo de mis pesadillas. El bisturí se movía con fuerza y podía percibir como cortaba con total libertad mi pecho descubierto, llegando hasta mis huesos, los cuales rozaba uno a uno, intentando penetrarlos.
Hacía frío, algo obvio ya que estaba totalmente desnudo sobre la camilla, y el olor era nauseabundo como pocos.
No sentía dolor… aún cuando la sierra destapaba mi ser, dejando al descubierto mi tórax, tan vulnerable en las manos de aquel ser que manipulaba a su merced mis entrañas.
Todo era tan real, pero a la vez tan alejado de lo imaginable que me sumergía de nuevo en el sopor de mis miedos… quería huir, pero no podía, aunque lo intentara… aunque sentía el olor de mi cráneo al ser profanado de su virginidad, aunque veía a mis partes alejarse de mi, para reposar inertes en la bandeja gris que estaba a mi lado…
Las sombras en la sala iban creciendo y el mundo desaparecía tras la blanca sábana que ya me cubría de pies a cabeza… o a lo que quedaba de ella.
Las llaves resonaron al encajar en la cerradura, y la puerta cerrándose sellaba mi soledad.
El tiempo parecía inmóvil, sujetándome con sus garras, y yo queriendo vencerlo, queriendo escapar, despertar… despertar… y lo que no podía conseguir mi voluntad, lo hizo el estruendo de la bomba que cayó cerca del campamento, obligándome a retornar a la realidad.
-¡Nos rodean mi general, están por todos lados! ¡La bomba destruyó el puesto del vigía, y nos dejó sin el flanco de la derecha!
Traté de ser objetivo frente al cabo Fassi, que esperaba que saliera de mi boca una mágica solución, pero todavía tenía las imágenes de ese sueño recurrente, que visitaba mi inconsciente y se negaba a retirarse. La sala blanca, la luz sobre mi cuerpo, el bisturí, la sierra, mis huesos cercenados, la llave con su cerradura, el silencio… todo confluía y me azotaba, me torturaba, me invadía…
-¡General, que hacemos, se vienen por la chicana, son muchos, no vamos a poder resistir!
-¡Si cabo Fassi, reúna a los soldados en el claro, cada uno con sus provisiones y muchas munición! ¡No va a ser fácil salir del campamento!
Casi sin aliento, sin más que decir, con un tácito acuerdo, salimos decididos a salvarnos, a volver a la sociedad, que nos escondía en el silencio de sus mentes, confinándonos sólo a ser un titular en los diarios o alguna noticia extraviada en la voz de un locutor fugaz.
El sendero se iba marcando al compás de la balacera, que amenazaba con el peor de los finales, y aferrados a una esperanza agonizante, dejábamos atrás las grietas que se iban formando, avisándonos una tras otra de lo cerca que estaba el fin.
Sabía que si llegábamos al monte, tendríamos esperanzas, pero el camino que nos esperaba era tan difícil como la guerra misma.
El enemigo parecía adivinar nuestros movimientos, y cuando estábamos llegando al cruce con la ruta que llevaba al pueblo, nos vimos rodeados y tuvimos que volver sobre nuestros pasos. Me sentía como un ratón asustado, viendo como el gato se divertía con su futuro almuerzo, sin decidir a terminar con la función, sólo para extender su deleite.
Pero la suerte muchas veces juega con sus propias cartas, y cuando parecía que ya no nos quedaba más salida que rendirnos, vino en nuestro auxilio.
Por fin llegaba la noche tan ansiada, y los pocos soldados que habíamos sobrevivido al ataque, respirábamos el aire como si no lo hubiéramos tenido por mucho tiempo.
Gómez me convidó un cigarrillo y fumé con ganas. Todos reíamos tratando de evitar los recuerdos que arruinaran ese sentimiento de precaria libertad.
La casa era húmeda, como era de esperarse de una casa con ese estado de deterioro, y el viento se colaba por todos y cada uno de los agujeros que había en el techo de paja, tan destrozado por el paso de los años que de él sólo quedaban restos.
El olor de la comida preparada con toda rapidez todavía estaba presente, y entre tragos y cigarrillos, decidí organizar los turnos de vigilancia, ya que los bastardos no se darían por vencido tan fácilmente.
Si la decisión era marcharnos antes de que el sol saliera, debíamos estudiar bien las pocas rutas posibles… otra tapera salvadora perdida entre la arboleda no iba a aparecer… Esta vez, teníamos que dar el primer paso nosotros, a pesar de no saber a ciencia cierta cual iba a ser nuestro final.
Me fui durmiendo lentamente, aunque no sabía si era mejor esta pesadilla, en la que estábamos luchando por nuestras vidas, o la otra, la de mis sueños recurrentes, que infaltable a la cita, llegó puntual como siempre.
Cuando finalmente pude abrir los ojos, noté un frío sudor en mi frente. Suspiré feliz de haber vuelto a la realidad, sin darme cuenta que quizás mi destino era inquebrantable… despierto o no.
Descargate el cuento completo aca: http://rapidshare.com/files/259708916/Siete_d_as.doc
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